12 mayo 2019

Un año

Últimamente, el tiempo parece deformarse. Lo que sucedió hoy hace un año, a veces parece que fue ayer, y otras veces parece que hubo bastante más de un ayer. Aquello que hizo parar el mundo hace un año, parece repetirse una vez más. De nuevo los tic tac de los relojes van frenando para obligar el tiempo a detenerse a la vez que lo hace la realidad. Por muy despejado que esté el cielo, el azul se torna gris; los pájaros se detienen en mitad del vuelo; el vaivén de las ramas de los árboles también se quedan inmóviles; el ruido que nos envuelve se atenúa hasta enmudecer. Durante un instante, todo queda estático ante la perplejidad de lo que aconteció aquel día. 

Eso es lo que sentí cuando murió mi padre. Todo lo demás dejó de tener importancia. Todo lo demás se volvió superfluo e insignificante. No sabía qué hacer con esa rabia e impotencia que tenía en mi interior. Ese dolor fue el que provocó que se detuviera el tiempo para obligarnos a asumir esa triste verdad.

Pero hay que seguir adelante, y cada día nos acordamos de él. Y mientras lo hagamos, seguirá con nosotros. Cada día encuentro un detalle que me recuerda a él o me hace pensar en lo que él haría o diría.

Te echamos mucho de menos. 


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