23 marzo 2008

Ángel Negro

Hace unos días alguien rompió el cristal de la ventana de mi habitación, provocando así la huida de todos mis sueños, que ya jamás volverán. Poco después una presencia penetró en mi habitación. Estirado en mi cama, vi como esa presencia entraba entre los suaves vapores multicolores oníricos que se escapaban. Cuando mis ilusiones se hubieron ido, su imagen se volvió nítida y le reconocí: era el Ángel Negro. Yo sabía que su intención no era permitir el exilio de todos mis sueños que estaban latentes en mí, sino la de robar la identidad de aquél que hasta hace poco quería.

Su primer gesto fue levantar su esquelética mano con las falanges encorvadas con intención de quitarme lo que ya sólo me quedaba: un amor frustrado. A pesar de su macabra apariencia, no me inmuté lo más mínimo. Si lo que suponía era cierto, dejaría que se llevara consigo lo que hasta entonces no había podido superar por mis medios. Yo seguía contemplándole como estaba esperando que yo pusiera resistencia para lograr su objetivo. Pero yo más que él, quería que me arrancara la flecha equivocada que un día Cupido lanzó cruelmente. En esta ocasión, el Ángel Negro iba a beneficiar a alguien mutilando ese sentimiento. Ni sus alas de murciélago, ni su inexpresiva cara, ni su presencia me intimidaba.

Frustrado, decidió acabar con su cometido rápidamente. Su mano se introdujo en mi corazón y extirpó lo que durante tanto tiempo me atormentaba. Por fin, después de tantos meses enamorado de manera equivocada, la Realidad iba a castigar al responsable que había quedado impune del delito de poner en juego mis sentimientos de manera infructruosa y fraudulenta. Ella le mandó a él a arreglar esa mala jugada que Cupido hizo, sin él saber lo que haría realmente.

La Realidad con su poderosa virtud de la Verdad, consiguió persuadir al Ángel Negro para que se me hiciera justicia sacándome del martirio de amar solo, sin la correspondencia adecuada. La Realidad manipularía al que normalmente obra de manera insensata para corregir la imprudencia de Cupido.

El Ángel Nego no sabía que esa noche no iba a fastidiar a alguien, por dicha manipulación de la Realidad. Creía que iría a jugar con los sentimientos de parejas enamoradas induciéndoles a actos, como la infidelidad, para que tambaleen sus respectivas relaciones. Creía que yo era feliz y, por lo tanto, su inesperada visita no sería bienvenida y me podía fastidiar. Creía saborear la satisfacción de sus acciones negativas. Pero no fue así.

Él todavía seguía con lo que me había arrebatado en la mano esperando que yo intentara recuperarlo. Sólo le miré a sus casi inmóviles ojos negros y sonreí.

Por la ira de su humillación y frustración, rompió e hizo añicos mis sentimientos no correspondidos. Una vez más, él tenía la esperanza de que habiendo hecho irreversible la desaparición de ese sentimiento, acabaría yo por odiarle y reaccionar violentamente. Pero seguía relajado en la cama sin muestra de preocupación alguna. Pocos minutos después, su tétrico parecido a la Parca con alas se quedó durante unos instantes en mi mente tras su marcha. Me había arrebatado con lo que durante tantos meses había sufrido.

Lo que antes sentía que entraba por la ventana rota, que era frío, ahora lo que sentía era libertad; lo que antes sólo me parecía una ventana rota, ahora es la rotura de un sinsentido permitiéndome sentir esa nueva libertad; lo que antes sólo era la marcha de mis sueños, ahora es la liberación de recuerdos alterados por la fantasía que, cuando en aquel entonces volvía a la realidad, tanto me frustraban. Esa ventana es, pues, el marco que me muestra un nuevo paisaje puro y limpio de un futuro optimista que ha de llegar en un momento u otro.

03 marzo 2008

Historia muerta

¿Qué es una historia muerta? Pues es aquella que, o bien, nunca nace, o bien, nace muerta. Es decir, mientras que el primer caso los hechos nunca sucederán, en el segundo el autor la escribe pero ésta jamás verá la luz y dará a conocerse, ya que por el camino dicho autor abandona. Pero vayamos por pasos, ¿qué es una historia que nace y muere?

Para mí, una historia es el relato de sucesos que les afecta a una serie de personajes, los cuales deberán saber desarrollarse mediante esos hechos y lograr sus objetivos. Éstos, pueden acabar con final feliz. De hecho, las narraciones infantiles siempre cuentan con finales felices. Pero cuando el público infantil crece, se da cuenta de que hay miles de historias que no acaban bien, sino todo lo contrario, acaban en tragedia.

Pero ahora me refiero a algo más abstracto, a la creación de un nuevo sentido que afecta a la palabra historia: es un subconjunto perteneciente a un conjunto de factores los cuales, en un determinado contexto con unos personajes determinados, forman el entorno adecuado para la gestación de la felicidad personal. Esos factores, que inducen al sujeto a encontrar su felicidad, son herramientas que se aplican en diferentes campos de ese entorno del cual el individuo tiene intención de crear su bienestar: social, familiar, sentimental, económico, etc.

Pues bien, la historia es un subconjunto de ese entorno a construir, es una de las herramientas encargada de la elaboración del bienestar sentimental: la historia de amor. Pero para abreviar, hablaré de Historia (dando por supuesto al significado ya detallado).

Esta historia que es un instrumento para ayudar a la elaboración de la felicidad, nace y muere con la particularidad que puede regenerarse en otra completamente nueva. Igual que el ser mitológico "Fénix" que muere quemado pero que vuelve a renacer a partir de sus cenizas, la historia muere. Ya sea por sí misma o por factores ajenos, que pueden ser el otro individuo implicado a la construcción del bienestar sentimental del sujeto.

Así pues, es una herramienta potente pero delicada. Es susceptible al manejo que le den al sujeto en cuestión y al individuo que se involucra a esa construcción de la felicidad. Puede que el uso de ese instrumento por parte de ambos no sea el adecuado y cause la degradación y la consecuente destrucción de la historia. Pero esa muerte, también puede provocarse por la ausencia del involucrado, es decir, sin necesidad de la existencia activa del segundo sujeto en cuestión.

De este modo, dicho instrumento de este tipo no existe totalmente como tal, ya que para que logre su existencia completa, deben haber dos partes las cuales busquen lo mismo y se correspondan. Por lo que una historia de este calibre, es evidente que no puede dar lugar sin que hayan dos partes que se busquen recíprocamente. En el caso de la carencia de esa reprocidad, el entorno a construir poco a poco va cojeando más acentuadamente.

Por lo tanto, una historia nace muerta cuando el sujeto parte ilusionado con algo que, al paso del tiempo, se da cuenta que no tiene sentido y que acaba en frustración. Y una historia nunca llega a nacer cuando desde el principio el sujeto sabe que no hay nada que hacer con el implicado. No hace falta que tire la toalla, pues ésta ya está al suelo.

Es hoy cuando me he dado cuenta que mi historia estaba muerta desde siempre. Nació hace unos meses, pero ya estaba fallecida. Un brote de ilusión inicial brillaba con algo de esperanza, pero que hoy se ha desvanecido. Ciertos indicios bastante fiables, han ennegrecido ese brillo de esperanza, cuya esencia ha sido devaluada al grado de frustración.

Su ignorancia sólo era el velo que ocultaba lo que sentía, y siento aún por él. Pero el inicio de una relación con otra persona, establece una fuerza de repulsión provocando el distanciamiento progresivo de las posibilidades remotas hasta llegar al punto en el que las posibilidades nulas se apoderan de la voluntad de tener esperanzas.

Por lo tanto, la parte positiva es que he hecho bien de no decirle nada, aunque eso provoque que me cuente toda su historia con ella, cosa que no me interesa lo más mínimo. Es más, agrava el luto de la muerte de esa historia.