31 agosto 2018

Códigos

Todo igual. Apenas se ven diferencias. La rutina del día a día hace que pasemos desapercibido cosas de nuestro entorno y más aun en la ciudad, que la vida es muy acelerada y no da tiempo a percibir insignificancias que modifican ligeramente el lienzo que refleja el presente. 

Pero un día, paseando con mi pareja, eso cambió. Me hizo ver que siempre hay algo nuevo que descubrir por muchas veces que pasemos por esas calles; por muchas veces que cojamos el mismo bus con las mismas caras conocidas; por mucho que frecuentemos el mismo bar el mismo día de la semana y hora... Algún detalle estático hará que ese lienzo diverja ligeramente del expuesto en la galería de la rutina. Algún pequeño cambio hará poner color a ese paisaje de tonos desgastados por el efecto del día a día. 

Esa noche paseábamos por una calle por la que pasábamos de vez en cuando. Empecé a fijarme en los portales solitarios de los pisos que íbamos dejando atrás. No es que hubiera algo interesante por ver, pero sí que me percataba cuán distintas eran unas de otras: unos eran muy nuevos con grandes ascensores, con blancos mármoles y modernos buzones; otros eran, en cambio, más antiguos con un pequeño ascensor encajado en el hueco de la escalera instalados a posteriori. En fin, íbamos paseando por calles normales con sus viviendas normales y sus portales normales.

Pero pronto íbamos a descubrir algo que nos llamaría la atención. Advertimos unos elementos discordantes pegados a las fachadas. Así que nos acercamos y vimos que se trataban de unos códigos de barras impresos en adhesivos. Y, ¿qué hacían en las paredes?, ¿cuánto tiempo hará qué está están ahí? Porque no sólo había uno, sino que había varios a lo largo de los edificios contiguos que configuraban las calles.

Al principio pensábamos que hacían referencia al registro catastral, pero enseguida abandonamos la idea, pues no en todos los edificios había un código. Además, vimos que en algunas farolas tenían también esos adhesivos misteriosos.

Para saciar nuestra curiosidad, decidí sacar mi teléfono e intentar escanear uno de esos códigos. Pero estaban muy altos y no lograba enfocar bien. Aun así lo intenté. Estiré los brazos como pude e intenté enfocar el código pero la app no conseguía leerlo. Y no sería por que estaban poco iluminados. Porque cada uno de ellos casualmente se ubicaban bajo una farola. ¿Casualmente? Al dudar si realmente era una coincidencia o no, caímos en la cuenta que todos los adhesivos estaban situados bajo cada farola, tanto las de las fachadas como las demás. Entonces, ¿esos códigos de barras era un sistema de control de dichos elementos?

Aquella teoría parecía irrefutable. Código tras código veíamos que se situaban siempre bajo una luz. En las calles que no estaban iluminadas no se veía ni uno solo. En las otras, no faltaba ninguno. "Vaya, que rápido hemos resuelto el enigma", pensé. Ciertamente era frustrante, ya nos veíamos como en una secuela de Ángeles y demonios.

Así que dimos por terminada la pequeña aventura  y nos despedimos al llegar al metro. A la vuelta, intenté encontrar alguno de esos códigos que tumbara esa teoría para seguir averiguando el significado oculto: mensajes cifrados, pistas de algún juego,... Pero no había ninguna excepción de nuestra teoría: aquellos códigos eran los DNI de cada farola ya que tampoco logramos ver números repetidos, al menos los contiguos ya que era difícil ver si se repetían unos de otros.

Poco antes de llegar al piso, me di cuenta de que había una farola fundida. Me acerqué para ver su código, y para mi sorpresa, ¡no había código!. Encontré esa excepción que hacía temblar la teoría. Me acerqué y vi que, al menos hasta hace un tiempo sí que había tenido pues habían restos del adhesivo. "¿Alguien lo habría arrancado? ¿Por qué?".

En ese mismo instante noté que alguien me estaba observando. Miré a los lados, pero no había nadie. Sería fruto de mi imaginación y mis ansias por meterme en alguna novela de Dan Brown. Así que no di más importancia y seguí mirando los restos del código desaparecido. Habiendo descubierto esa anomalía me volví a casa para descansar e inventar más teorías "conspiranoicas".

A la mañana siguiente, casi había olvidado por completo el tema. Pero poco tardé en rescatarlo de mi memoria ya que cuando fui al buzón encontré una carta con remitente desconocido en la que venía una nota y uno de esos adhesivos pero sin pegar. Ignoré por un instante el código pues a priori no me daba ninguna información nueva y abrí la nota. Pero la curiosidad que había tenido hasta ese momento fue reemplazada por el desconcierto. No había más que números sin sentido. ¿Qué significaba todo aquello? Después del desconcierto vino la preocupación. Un desconocido había metido en mi buzón aquel sobre enigmático justo el día después de embarcarme en una aventura ridícula en busca del significado de unos códigos que seguramente no tendría otra función que identificar elementos urbanos. ¿Quién sería?

Pero aquello tan sólo fue el principio. La cosa se fue poniendo  cada vez más extraña. 

1 comentario:

Aitor Bernal dijo...

Me gusta las teorías conspiranoicas! Seguro que es alguna entidad secreta, que nos controla, nos manipula... o simplemente Matrix es real y estamos en él, y están depurando el código poco a poco... Buah, a ver qué más pasa! Aunque sí, fue frustrante descubrir rápido el posible significado...